Volvió impregnado de sudor, plegarias, sentimientos y
buen trabajo a su lugar de reposo. Como todos los años el Castillo como se le
conoce por sus costaleros, fue el hilo conductor entre hombre e Hijo de Dios.
Con izquierdos, costeros y mucho compás, el Rabí de San Marcos llegó a todos
los que se acercaron a verlo, de forma poderosa en su Tornería, académica en
Carrera Oficial y con reconocimiento a todo aquel que le sirvió en calle
Gaitán.
El Castillo dormirá en la dulce penumbra de un mañana
próximo, en los recuerdos de los momentos vividos, a la espera de que vengan a
buscarlo, para servir otra vez de pedestal itinerante a la escena por
antonomasia donde se escenifica el sacrificio y el amor de un DIOS QUE NUNCA NOS
ABANDONARÁ.
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